En 1898, una noticia falsa sobre el hundimiento del acorazado USS Maine en La Habana publicada en el Journal de William Randolph Hearst, cuya vida fue llevada al cine en la celebérrima “Ciudadano Kane”, propició el inicio de la guerra entre EEUU y España en Cuba. Las noticias falsas no son un fenómeno exclusivo de llamada era de la posverdad . Es más, en el apogeo de la prensa amarillista en el país estadounidense era bastante habitual encontrar en las cabeceras de mayor éxito un tipo de información impactante pero poco contrastada o, en la mayoría de los casos, inventada. El objetivo que pretendían editores como Pullitzer o el propio Hearst con la difusión de este tipo de noticias no era otro que atraer al mayor número posible de lectores a través de las emociones y los sentimientos.
Aunque las fake news no son algo exclusivo de la época actual, es en este contexto donde su proliferación está alcanzado cotas históricas, sobre todo, gracias a la capacidad amplificadora con las que cuentan las nuevas tecnologías e internet. El problema es que se está multiplicando de manera exponencial el volumen y circulación de información carente de veracidad, elaborada de forma artera con un interés espurio, cuya procedencia y autoría suelen ser desconocidas. Cualquier persona con unos conocimientos mínimos puede editar un texto y subirlo a la red de una manera sencilla ¿Quién no ha recibido a través de las redes sociales o aplicaciones de mensajería alguna noticia de este tipo que se termina haciendo viral al ser difundida en cadena? No son pocas las personas que caen en la añagaza, ya que la gran mayoría se suele presentar bajo una apariencia profesional que le aporta un grado de verosimilitud, lo que hace más difícil que puedan ser identificadas a simple vista por parte del receptor. El aumento de este tipo de contenido no se puede considerar una cuestión baladí, porque la desinformación y la visión falsa o distorsionada de la realidad suponen un enorme peligro para las libertades y las democracias. En esencia, los bulos constituyen un elemento desestabilizador que se sirven de elementos como el miedo, la intoxicación o el desprestigio para influir en el normal desarrollo de la vida de una sociedad.
La hiperinformación es otra de las problemáticas actuales que surgen en el entorno de los mass media inherentes al desarrollo tecnológico que los ha transformado. Asimismo, constituye un elemento que está íntimamente relacionado con la difusión de fakes news o bulos . La aparición de nuevos soportes en el entorno digital, que se unen a los ya tradicionales, propicia la existencia de una ingente oferta informativa que no tiene precedentes en la historia. Al contrario de lo que en un principio se pueda pensar, esta circunstancia más que combatir la desinformación, la potencia. En un contexto donde la manda la inmediatez -las redes sociales y medios digitales han desbancando a la radio en este sentido- y en el que los contenidos se actualizan de manera constante, resulta casi imposible asimilar la cantidad de información a la que estamos expuestos a diario. De esta manera, lo esencial queda diluido en un mar de informaciones y medios provocando una pérdida de perspectiva . Lo que supone un caldo de cultivo para la irrupción en el espacio informativo de noticias falaces, que terminan siendo percibidas como veraces por un amplio espectro de público.
Combatir estos males que socaban al periodismo en la actualidad no es tarea fácil, ya requiere que el receptor dedique tiempo a contrastar lo que le llega, algo complejo tiendo en cuenta los tiempos tan acelerados en los que vivimos. Lo ideal ante cualquier contenido sospechoso o dudoso es acudir siempre a aquellos medios que presentan un halo de credibilidad y prestigio conseguido por la buena praxis de sus profesionales a lo largo de su trayectoria. La mejor manera de desenmascarar una noticia falsa siempre es contrastarla a través de fuentes oficiales y medios que se caracterizan por presentar una información fiable.
En el caso de las entidades públicas o privadas este tema cobra mayor relevancia si cabe, ya que cualquier información de este tipo puede suponer un menoscabo importante para su reputación. Una buena solución para evitar la pérdida de información sensible y desenmascarar fake news puede ser contar con un servicio que le permita gestionar el espectro informativo de una manera clara y ordenada a través de herramientas basadas en la escucha activa de medios y redes sociales, y el big data. De esta manera, contarán con un arma eficaz para poner en marcha con premura estrategias y planes de comunicación que le permitan luchar contra estos dos problemas que asolan el actual ecosistema mediático e informativo.
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